domingo, 9 de diciembre de 2012

Recordadme los diciembres

Recuérdame cuando contábamos los días que quedaban para la noche del 24,
recuérdame cuando poníamos el árbol de Navidad.

Recuérdame cómo te pedía escribir la carta a Papá Noel, a los Reyes,
recuérdame cuando planeábamos aquellas cenas especiales.

Recuérdame cuando te contaba que los Reyes nos habían visitado en el cole,
y cuando llegaba a casa con los bolsillos llenos de caramelos y monedas de chocolate.

Recuérdame cuando escuchábamos atentos a los niños que tarareaban números por la tele,
recuérdame cuando dejábamos nuestras ilusiones al azar y a la probabilidad durante la mañana del 22.

Recuérdame cuando abríamos los regalos en el suelo, bajo las luces rojas y doradas,
cuando Lupo se dormía junto a la estufa hasta sentir que el calor le quemaba en el lomo.

Recuérdame cuando atacábamos la bolsa del cotillón y preparábamos las uvas para ellos,
cuando esperábamos las doce campanadas que terminaban con el primer beso del año, con la copa de champán.

Recuérdame cuando el uno de enero nos despertaba el olor a chocolate caliente,
cuando hacíamos palomitas y veíamos una vez más Buscando a Nemo, Ice Age, Piratas del Caribe.

Recuérdame cuando el tete y yo jugábamos al Scalextric, a la Play Station, a lanzar la pelota de punta a punta del pasillo golpeándola con la zapatilla. Recuérdame nuestras peleas...

Recuérdame cuando me preguntaban los tíos qué había pedido a los Reyes en sus casas,
recuérdame cuando tú me preguntabas qué habían pedido los primos en la nuestra.

Recuérdame los viajes en coche hacia los pueblos del interior en busca de colinas blancas, frío en los dientes, orejas congeladas y nariz roja. Recuérdame a Queen, a los Beatles, a Sabina y La del pirata cojo.

Recuérdame cuando no quería que acabaran las vacaciones,
cuando me invadía la nostalgia y me sentía inquieta, ociosa.

Recordadme las sonrisas de diciembre, aunque nunca las olvide.

lunes, 5 de noviembre de 2012

Tensión en la Irlanda más católica

Pasear un día cualquiera por las calles de Castlebar, un pequeñísimo pueblo situado en la región de Co Mayo (oeste de Irlanda), resulta de lo más tranquilo. Lo más probable es que ese día llueva -ya que de los 365 días del año, más de 200 son de lluvia-, por lo que la gente que se mueve -y no que pasea-, lo hará con paraguas y chubasqueros, andará deprisa sin apenas detenerse. Ante este frecuente panorama, el sabado a eso de las dos del mediodía -hora irlandesa-, me disponía a dejar a un lado la bicicleta para tomar unas fotos de la gris estampa cuando, a lo lejos, escuché voces que se aproximaban cada vez más.
 
Una marabunta con pancartas al cielo, gritos al aire y cruces de miradas unas alegres y otras furiosas, elevaban los decibelios acústicos de las calles al son de 'Keep his Pro-Life Promise'. Más de 3000 personas, dicen los diarios, aunque a mí me dio la sensación de muchas menos,  emprendían un 'Rally Pro-life'. Allí me encontraba yo, cámara fotográfica en mano, y sin entender muy bien. Ni lo que estaba pasando, ni lo que se comentaba entre la gente. Entre lo que pude leer en las pancartas y los lemas de los voceadores exaltados, se trataba de una manifestación anti-aborto. Al menos, eso insinuaban con sus fotografías de niños deteriorados, realmente desagradables. Chocaba ver cómo una mujer, portadora de hábito y con un rosario vehemente aferrado, levantaba con tal firmeza una sangrienta imagen de un bebé muerto.

'Mantén tus derechos paternales. Vota NO' / A.Palomar

Una extraña sensación entre emoción y prudencia apretaba el botón disparador de mi cámara como si pudiera dejar escapar en algún momento algún detalle digno de ser capturado. Unos pasaban y ni siquiera me miraban, otros se acercaban a mí y posaban con mirada cómplice hacia la cámara, a la espera de que les devolviera la sonrisa. También los hubo un poco más nerviosos de lo conveniente, y desconfiaban al instante de mí, o mejor dicho, de lo que sujetaba entre las manos buscando el mejor ángulo para captarles.

Inicio de la marcha 'Pro-life' en las calles de Castlebar, Co Mayo (Irlanda) / A.Palomar

Poco más pude saber durante ese transcurso de tiempo, pero no tardé en averiguar con más detalle el motivo de la marcha. Los periodistas en Internet informaban ya entrada la tarde, que miles de ciudadanos de Castlebar habían emprendido un 'rally', con la pretensión de mantener presente la promesa de Enda Kenny -primer ministro de Irlanda y líder del Fine Gael, partido que lidera la república en coalición con el Partido Laborista-. La promesa, que Fine Gael es un grupo 'provida' que no va a introducir cambios en la legislación del aborto. Los ciudadanos manifestantes alzaban sus pancartas, algunas con imágenes sobre fetos ensangrentados, otras con emoticonos de profundas sonrisas dibujadas junto al rótulo 'Pro-Life'. Sus pasos, firmes y seguros, estaban liderados por la Mayo Life Network y la Mayo Youth Defence, organizaciones por la causa.

No todos los manifestantes estaban exaltados, muchos mantenían una mirada tranquila y paciente / A.Palomar

Según fui leyendo como pude los diarios irlandeses, pude comprender que el ambiente entre la población está 'un poco movido', ya que la política que rige esta legislación está viéndose atacada por la presión de diferentes grupos mediáticos. El ejemplo de ello lo ponían con la reciente apertura -18 de octubre- de la primera clínica para practicar el aborto en Belfast, capital de Irlanda del Norte. Esta región de Irlanda no forma parte de la República, puesto que Irlanda del Norte forma parte del Gobierno de Reino Unido desde 1921, sin embargo, Irlanda del Norte tiene su propio gobierno dentro del Reino Unido, por lo que la jurisdicción legal también es diferente a la de Inglaterra, Gales y Escocia -países que conforman UK-. 

Por lo tanto, aunque el aborto inducido es legal en Reino Unido hasta las 24 semanas de gestación, según la aplicación de la Ley del aborto de 1967 (ésta fue enmendada en 1990, ya que inicialmente la ley dictaminaba que se permitía hasta las 28 semanas), Irlanda del Norte no se acoge a ésta. En su lugar, se aplica la legislación de 1861, en la que el aborto 'solo es legal en circunstancias excepcionales para la vida de la mujer embarazada -peligro inminente y si hay un riesgo a largo plazo o permanente de su salud física o mental-.

'Ésto es lo que ellos quieren legalizar' dice el rótulo del cartel que acompaña a la imagen de un feto deteriorado / A.Palomar

En la República de Irlanda, el aborto es ilegal a menos que se produzca 'como resultado de una intervención médica realizada para salvar la vida de la madre'.

'El aborto es el holocausto de hoy en día. ¡Cuidado Irlanda!' / A.Palomar

La apertura de la mencionada clínica en Belfast supone, para muchos, una presión en políticas 'morales y éticas'  a las que el gobierno de Irlanda podría ceder para mantener 'diplomacias' con otros estados. Y es que,  los conflictos que caracterizaron a la población de ambas 'Irlandas -'la del Norte y del Sur'- no sigue vigente entre los ciudadanos irlandeses, el resentimiento no les caracteriza, por lo que no es extraño que se trate de estrechar lazos entre ambas regiones. 'De ahí -me contaba el padre de la familia irlandesa con la que convivo- el temor a la presión e influencia que pueda implantar la legalidad británica'.

Los niños parecían no saber dónde se encontraban, sonreían al igual que las pancartas que sostenían / A.Palomar

El catolicismo que rodea a los ciudadanos de este pequeño pueblo es profundamente arraigado y realmente estricto en muchas prácticas sociales. Y, después de saber un poco más, 'comprendo mejor' algo que me tenía perpleja. Y es que, las familias irlandesas que he conocido hasta ahora, tienen como mínimo tres hijos.

Mientras, la lluvia mojaba los carteles y globos que centenares de niños que sonreían en la ignorancia de hallarse entre tanta gente alterada y escandalosa.

*Más fotos acerca de la manifestación 'Pro-life' en https://www.facebook.com/media/set/?set=a.10151136256593730.432624.747398729&type=3

jueves, 4 de octubre de 2012

Dos años

hace que conté el primer viaje aquí. 'Día 1' es la entrada que escribí el 4 de octubre de 2010, desde la ventana de mi habitación en La Vila Universitaria, mi residencia durante mi paso por Barcelona. Lo recuerdo perfectamente, me sorprende la poca capacidad que tengo para retener hechos del día a día y la gran capacidad en cambio para, aparentemente, detalles insignificantes. Y esa semana llovió. Hoy escribo viendo llover, pero una lluvia que, aunque moja igualmente, no se parece absolutamente en nada. El sol se mira con una sonrisa cada vez que se asoma y a la lluvia se le muestra la indiferencia con tan solo un chubasquero. Ni siquiera paraguas, todavía no he visto ni uno. Lo que aquí es común, habitual, para los forasteros es una prueba de adaptación, y tema casi automático en cualquier diálogo de presentación. '¿De España? Oh, debes de echar de menos el sol y el calor...' Pues claro. Estamos caracterizados por el sol. Somos diferentes. La misma pasta, el mismo molde, pero diferente contenido. Mientras ahora escribo, tres lluvias interrumpidas han caído tras los cristales, y la familia que me acoge va a té por cada una de ellas. Diferentes costumbres, ni mejores ni peores, diferentes. También aquí me las he apañado por conseguir una bici, como en Milán el año pasado y en Barcelona hace dos, lo que me hace sentirme orgullosa de esa 'dependencia' hacia el deporte. Quien ha sido o es deportista sabe de lo que hablo. Diferentes modos de ver la vida cotidiana, en sus casas tan bonitas por fuera, tan desordenadas por dentro. Creo que la mía es la casa más limpia y ordenada que he visto desde que llegué a Castlebar, y cada día pateo sin darme cuenta calcetines, una pieza de puzzle o uno de los trenes que el pequeño Luke tiene repartidos por cada una de las habitaciones de la casa. Resulta difícil encontrar verdaderamente un lugar en el que puedas sentirte realmente como en casa, habiendo coincidido a través de una red social, siendo completamente desconocidos -tanto yo para ellos como ellos para mí-. Pero es así como me acogen, no soy una simple au pair que vive en casa cuando termina de su hora de cuidar a los niños. Soy o, al menos quieren que sea, como una hermana mayor. Una más en la familia.
Podría terminar aquí, pero me mordería los labios si no pudiera decir que, una vez más, lo que más echo de menos, lo que me hace sentirme afortunada al vivir estas experiencias, es mi familia.

lunes, 3 de septiembre de 2012

Allá adonde estés

Espero no tener que sentir nunca más esta sensación. La impotencia que invade todo el cuerpo y se apodera de tus sentidos, sin dejar que seas tú el que decida cómo expresarlos. Esa impotencia consecuencia de la distancia de quien, de alguna forma u otra, te necesita. Necesita que compartas su dolor, y así sea menos pesado de cargar. Porque no existen palabras que describan el dolor que se siente al perder a una persona a la que quieres, ni debieran de existir jamás. La muerte se vive, al igual que se muere la vida, con dolor. No es de buenas personas quizá pensar que, 'tanta gente mala que hay por el mundo, y le tiene que tocar a una de las mejores que ha habido en él', pero es inevitable pensarlo. Y permitido. O, al menos, pensar el porqué. Porqué a una de las familias de corazón más humilde y bueno que conoczo, porqué a ella. Suena a tópico decir que 'siempre se van los mejores', pero da igual a lo que suene. Se ha ido el mejor. El que 'nos ha dado una lección a todos', el que nos ha enseñado que la vida vale la pena hasta el último segundo de ella. El que ha luchado hasta el final contra esa maldita garrapata llamada cáncer, tan arraigada a la sociedad del siglo XXI. Ahora, dos días después de marcharte, seguimos creyendo que no lo has hecho. Y nunca lo harás. Porque siempre estarás aquí, con todos y cada uno de los que formamos, hace ya muchos años, una gran familia, tu familia. No vamos a olvidarte, Míguel. Nunca. Descansa, te queremos.

martes, 28 de agosto de 2012

Tres días

Llevo una semana sintiendo el miedo en mi cuerpo. Noto como cada uno de mis músculos se contrae cuando piensa en la llegada de ese día 31. Aunque la costumbre de viajar se repita cada mes de septiembre, desde hace ya dos años, el cuerpo no se acaba de acostumbrar a aquello que no es exactamente igual. Porque cada viaje es diferente. Parecido a los ojos de los demás, que te ven una vez más partir de la tierra que ellos saben que tanto amas. Pero que para ellos abandonas. Una noche atrás pensé en mis inicios. Tenía 14 años y soñaba con ir a Cheste. Ese centro tan sobrevalorado que, para una niña totalmente volcada en su mayor pasión -la natación-, despertaría el deseo de seguir conociendo contextos diferentes a los que se supone marcaban el camino tradicional. Ella no quería seguir el camino ya trazado. Más tarde -unos cuatro años-, fue Barcelona la que le descubriría la mayor de sus sonrisas. Enamorada hasta las entrañas de la ciudad, supo que no quedaría en un año el tiempo pasado allí, que volvería, que volveré. Milán no fue lo que esperaba, sin embargo no defraudó, sino que fue oportunidad para volverse a enamorar, esta vez de todo un país. Toda una lengua que, como cantos de sirena, la embarcaron hacia una experiencia que difícilmente olvidaría. Y ahora, a falta de tres días para coger un avión con destino a Irlanda, país al que solo le hizo falta un mes de visita para sentir deseos de retornar, es cuando se asoman de nuevo los nervios precedentes a cada viaje.

domingo, 17 de junio de 2012

De melocotón

He sentido la necesidad. Ésa que te impulsa a escribir como si fuera la última carta que la joven que escribe a su soldado, esperando respuesta con el miedo a que un día llamen a su puerta con las pertenencias de su amado. Con esa pasión entregada en un cuantas lineas. Porque sé que vas a leer, en la distancia, y que la voz se te entrecortará conforme vayan tus ojos recorriendo de izquierda a derecha el ritmo de las palabras. Y es que, estando sumida entre apuntes, me levanté de la cama donde habitualmente estudio (y en la que tan acostumbrada estás a verme cuando pasas y miras de reojo a mi habitación) para tomar lo que ya era el almuerzo. Morder ese melocotón me ha hecho retroceder en el tiempo hasta esos veranos en Guardamar, a esa orilla de la playa en la que, al rededor de las 12, me dabas cada pedazo mientras yo jugaba entre las olas. Lo suficientemente ácido como para quejarme, lo suficientemente dulce para disfrutar comiéndomelo. ¿Recuerdas? Tú de pie frente al mar, yo tumbada levantando la cabeza para dar un mordisco, y el romper de las olas sacando nuestras mejores sonrisas, mamá.

'Madre e hijo en la playa', Joaquín Sorolla

sábado, 9 de junio de 2012

Born in the USA

Es la fuerza, la vitalidad, la energía perdurable en el tiempo. Es espectáculo, es magia, es la emoción de la música elevada hasta traspasar las barreras del sonido. Es el arte indescriptible de cada uno de sus golpes de cuerdas de guitarra, la elevación de sus pies al ritmo de sus notas, el movimiento de su cuerpo descontrolado por sus canciones. Milán temblaba el jueves, San Siro botaba forzando hasta los límites la voz de un movimiento fanático, alzando los brazos en una única dirección, la que marcaba el 'Boss'. Pocas cosas hoy en día son capaces de remover tales emociones en las personas, o al menos, tan buenas como las que esa noche levantó Bruce Springsteen. Italianos, españoles, estadounidenses, ingleses. Voces infantiles frente a los arrugados brazos tatuados de yankies rockandroleros. Peticiones de canciones a través de carteles sostenidos por ilusiones y tras los que se esconden ojos repletos de admiración, borboteantes de alegría. 3 horas y 40 minutos de felicidad, cuota más que deseable de alcanzar en una semana, concentrada sin embargo en tan solo en una noche. Dos días después, perdura el éxtasis que el artista hizo penetrar en la sangre. Gracias, Bruce.


sábado, 14 de abril de 2012

La belleza del gris

Parece que es igual, pero no lo es. Suena 'Dakota', las 12.40 am y el sol hace engaños de asomarse entre las nubes del cielo de Milán. El camino de partida ya resulta todo un reto, la gente llega del mercado y la boca del metro de final de la calle recibe tanta gente como la que despide. Niños con pistolas de juguete en las manos, corriendo, pero no de la misma forma a la que te dispones tú, se entrecruzan en tu paso, y alguna que otra de esas bolsas verdes que contienen frutas y verduras recibe media patada al intentar esquivarla. Pero la música compacta los oídos impide tan siquiera mirar atrás. Los pies se elevan mientras la mente interioriza 'que la vida pasa de momento', es entonces cuando sientes que la velocidad ha puesto en marcha su contador. El corazón late, no solo con fuerza, sino con una rapidez que hace disparar tus alarmas y tus convencionales creencias de lo que debería ser el ritmo cardíaco normal. Pero la música también bloquea ese miedo... Y te empuja a agitar más los brazos arriba y abajo, a levantar más las rodillas. Entre nuevas sensaciones de fortaleza y energía, vienen a la cabeza recuerdos de emociones semejantes en tiempo pasado. Ese tiempo en el que el agua, la natación, ocupaba la gran parte de tus pensamientos y necesidades. Ese tiempo en el que el sacrificio ya no era un simple rato con los amigos o un tiempo de relax en el sofá, sino que un examen debería conformarse con una calificación más baja, o la familia tendría que esperar unas horas para poder estar al completo. Ese sacrificio a veces no recompensado pero que, en caso contrario, pocos han podido experimentar tal sensación de felicidad completa. Es en este momento también cuando el corazón alterna sístole y diástole con alguna lágrima nostálgica. Y la música, con ese sexto sentido que nos empeñamos en destacar de algunos seres humanos,  pone banda sonora a los recuerdos, 'y el significado es abandonado, toda la inocencia perdida de una vez por todas'. Te das cuenta de cuánto has vivido, de cuan intenso ha sido lo vivido y, de cuánto añoras.

En el parque, el olor a hierba mojada y el barro cubriendo los deportivos despistan por un momento a tu mirada, que se mantenía clavada en el verde de curvas montañas. Cuando corres solo, sin nadie a tu al rededor, tu cerebro identifica una línea de meta anclada en un tiempo determinado. Y el camino se hace mucho más largo... En cambio, cuando alguien aparece en tu campo de visión, cuando identificas tu misma actividad física en el cuerpo de otra persona, la competición se apodera de ti. Sientes la necesidad de batirte en duelo, de mantener la velocidad y sobrepasarla en cuanto se precie la ocasión. Era joven, un joven. Corría delante porque los caminos se cruzaron en su recorrido antes que en el mío. Sigilosa para la realidad de ahí afuera de mi cabeza, toda una orquesta dentro de ella. Pero él no se da cuenta, también lleva los cascos que le elevan de la tierra varios palmos de altura. Es genial volver a sentir que vas 'chupando rueda' y que el esfuerzo físico disminuye sin por ello rebajar un metro por segundo la velocidad de tu cuerpo. De tus piernas hacia adelante y hacia detrás, de la cabeza intentando permanecer erguida y con el pelo bailando entre el viento a su aire. Y de repente suena aquella canción que te da el impulso para coger el aire justo para adelantarle, suena ella. Ella que te da sus manos... Resulta curioso que los recuerdos nunca cesen, y te hagan el esbozo de una sonrisa más, cuando vuelves a verte en esa piscina, en esos entrenamientos en los que el 'chupar rueda' del de delante constituía un gran aliento para mantener los tiempos en cada serie. Todo ello desvanece en menos de lo que dura un minuto, pues todo ello ya quedó atrás hace mucho y no tanto.

Ahora, bajo el cielo gris de Milán, la lluvia comienza a caer con poca fuerza, mucha menos de las que te quedan en el cuerpo, alimentado por el éxito de la carrera. Y es que, 'este no es un mundo en blanco y negro, de estar vivo. Yo digo que los colores deben girar. Y yo creo que, tal vez hoy, todos vamos a llegar a aprender la belleza del gris'.

viernes, 6 de abril de 2012

Días iguales o días distintos

Días a los que el tiempo acompaña, pero acompaña vestido de gris, con humedad latente y ligeras brisas de aire que vienen y van. Esos días en los que parece que el mundo exterior sufre un parón y nada pasa. Nada pasa alrededor de uno mismo, en cambio todo le pasa a ese uno. Días en que te levantas y la taza de leche no está en el lugar en el que esperabas, el rollo de papel higiénico ya gastado permanece en su portador y nadie ha sido capaz de cambiarlo hasta que llegas. Pequeños detalles que pasan desapercibidos un día cualquiera, menos uno de estos días. Tu cabeza ya crea una conspiración, tu mente se ve atrapada por un optimismo a la inversa, que no solo cree firmemente que hoy 'si algo puede salir mal, saldrá mal', sino que además se niega a nadar corriente en contra. Es en esos días cuando las personas que te quieren te dan la colleja que te recuerda lo que debes hacer, pero la esquivas asintiendo con la mirada, y simplemente oyes palabras. Hasta que pasa. Pasa que la palmada en la nuca te la das tú mismo.

Todo, absolutamente todo me resulta mucho más difícil de lo que imaginaba. Decides emprender un camino en el que asumes que estarás acompañada en la distancia de las personas a las que quieres, personas que siempre han estado en tu vida. A esas personas, tus padres, tu hermano, se suman otras muchas que se han cruzado en ese camino. Pero resulta que los caminos se han marcado de forma diferente. Unos son de asfalto, otros de piedra, otros de arena... Por eso las personas también son diferentes según en qué punto del viaje las encuentres. Encuentras personas de tu mismo mar, y, aunque aparentemente es ese mar lo único que os une, un puente se construye mientras haces un alto en el camino. Un puente hecho de sensaciones que jamás habías experimentado, un puente en el que los recuerdos unen más que el cemento a los ladrillos que sostienen a un rascacielos. Y, paradójicamente, esa misma estructura es la que hace tambalear tus pilares que te llevaban a tu objetivo. Sabes que quieres llegar a la meta que te planteaste durante años, y sabes también que te gustaría probar el desvío, confiando en que 'todos los caminos llevan a Roma'. Roma, a 580 km de Milán... Cuando el desvío se vuelve peligroso, decides deshacer el camino y volver a la vereda, trazada en tu mente pero totalmente desconocida. Decides seguir persiguiendo tu objetivo, deseando que el desvío recuerde tus huellas para que en un futuro acoja de nuevo tus pasos. Un futuro en el que el desvío haya sido reconstruido, y ya no desemboque en callejón sin salida. También mi camino me habrá dado la madurez que necesito y la fortaleza que espero me caracterice.

Emprender un camino acompañado de las personas solo en la distancia es duro. Yo, ilicitana de corazón, que, como me dijo uno de los mejores profesores de la universidad que he tenido, 'tú eres daquí, dalaterreta, y llevas los rayos en las venas'. Por eso cuando el sol se esconde, a veces las fuerzas no encuentran el alimento para manifestarse y plantarle cara al cielo gris.

miércoles, 1 de febrero de 2012

Sin cesar

Ayer comenzaron a caer los primeros copos de nieve sobre Milán. Me desperté por la mañana y llegaron antes los rumores de polvillo blanco vía Facebook que con el simple hecho de mirar por la ventana. Algo que no me perdono que así fuera, no quiero perder la vieja costumbre de saltar de la cama y alzar las persianas, abrir de par en par las ventanas, y ser yo mi propia fuente. Pero desde que estoy aquí, el frío ha modificado ciertos hábitos por comodidad, y rara vez la ventana está abierta si yo sigo en la habitación. Pero las afirmaciones de varios amigos eran ciertas, unos débiles copos apenas visibles caían sin que produjeran mucho revuelo en las calles. Los coches circulaban sin el sube y baja del limpiaparabrisas, los peatones mantenían el paraguas en sus fundas y a mi café seguía sin darle tiempo a enfriarse en la taza. No sé, la verdad, cómo fue. No sé cómo de repente mis botas tenían que luchar para no resbalar, y cómo mi bufanda iba empapándose cada vez más hasta notar que estaba empapada. Cómo, si no veía nada... Mis párpados debían mantenerse entreabiertos por protección de mis pasos, pero también entrecerrados por protección de mis ojos. Con 0 grados en la calle, la gente viene y va sin cruzar palabra, sin detenerse hasta llegar al lugar de destino y sin levantar apenas la cabeza. No me dio tiempo a descubrir más que el agua que mojaba mi cara y ensuciaba mis botas al mezclarse con la suciedad de la acera. En cambio, cuando desperté esta mañana... Disfrutaba del café, mirando embobada a través de la ventana esa alfombra blanca que cubría y cubre todavía ahora las calles. Y jamás había visto blanco más brillante.

domingo, 29 de enero de 2012

-8 grados

Es la temperatura mínima que se espera alcanzar durante estos primeros días de febrero, con una sensación térmica de unos 4 grados menos todavía. En realidad no resulta tan exagerado si comparamos con las temperaturas que dicen estar sufriendo muchos de los estudiantes Erasmus que zarandean este año por el mundo. Mínimas de hasta menos 23 grados en Riga, menos 13 y 14 grados en Wroclaw o Belín. No lo es para los adaptados al frío, pero sí para los que venimos de la España más mediterránea. Cuan envidiable resulta hablar a través del skype con amigos y familiares que se encuentran en Elche a temperaturas positivas -llegando en algún momento muy puntual a sobrepasar la barrera de los 0 grados-, y te dicen el frío que están pasando. Ay si sintieran... Esa brisa de aire fresco ventilando los pulmones, esa dosis de naturaleza en vivo, esa sensación paradójica de notar los dedos en plena ebullición. O simplemente, de ni siquiera sentirlos... Me encanta la sensación que me hace entrecerrar los ojos cuando el aire impacta en mis ojos mientras pedaleo como si al final del camino me esperara el caliente infierno. Lo que me espera es mucho mejor. Llegaba a un paisaje en el que los campos no pueden combinar más sus colores verdes y las hojas bailan arrastradas por el suave viento milanés. Un parque en el que un grupo de niñas juegan a desafiar las leyes de la física, y saltan sobre el hielo que cubre el lago. El sol hace brillar la mitad de ese lago, mientras que la otra mitad conserva su capa más gruesa gracias a la fría sombra que mantiene el agua congelada. Yo observaba a las niñas desde la colina, con cierto disimulo y a la vez descaro, pues me resultaba inevitable tomar fotografías de aquel momento. A veces encontramos la inspiración en la tranquilidad de un lugar, en su sonido vacío o en su composición visual, en cambio otras veces son personas que te hacen viajar por tus recuerdos las que remueven tu pensamiento. Allí estaba, reposada en el tronco de un árbol, adentrada en el ambiente que reproducía mi mente al escuchar el programa 'Abierto hasta las 2', con una sensación de lo más reconfortante. Se había terminado la semana de exámenes, los primeros a los que me enfrentaba en este país vecino, y también los primeros de forma oral y cara a cara con el examinador. Un reto comunicativo que esperaba con nervios y emoción y que, a pesar de conocer habladurías sobre 'la ventaja del estudiante Erasmus', le dedicaba esfuerzo y preparación. Tendría que funcionar de igual forma en España, sin que sirva de precedente, el método de evaluación del alumno al menos de la licenciatura de Periodismo. Exámenes que pongan a prueba tanto tu expresión lingüística como corporal, tu capacidad de entendimiento de la materia y tus dotes como comunicador. Además, la nota al instante, cuantísimas crisis de ansiedad post exámenes se hubieran evitado...
Terminados los exámenes y recuperadas las fuerzas para volver a una rutina no tan habitual, comienza un período que guarda continuidad con su antecesor únicamente en cuanto al frío, ya que las condiciones ya comienzan a cambiar. Compañeras de piso nuevas, nuevos objetivos marcados, pensamientos anticipados. Pero sobretodo, un estado de desasosiego compartido entre muchos de los que nos dedicamos a la profesión periodística, una incertidumbre propia del inminente licenciado que ve cómo profesionales se dedican a desempeñar multitareas por un sueldo penoso. Nos cuestionamos seguir estudiando para engordar un currículum que en numerosas ocasiones quedará por debajo no del mejor, sino del que mejores apellidos tenga.