lunes, 3 de septiembre de 2012

Allá adonde estés

Espero no tener que sentir nunca más esta sensación. La impotencia que invade todo el cuerpo y se apodera de tus sentidos, sin dejar que seas tú el que decida cómo expresarlos. Esa impotencia consecuencia de la distancia de quien, de alguna forma u otra, te necesita. Necesita que compartas su dolor, y así sea menos pesado de cargar. Porque no existen palabras que describan el dolor que se siente al perder a una persona a la que quieres, ni debieran de existir jamás. La muerte se vive, al igual que se muere la vida, con dolor. No es de buenas personas quizá pensar que, 'tanta gente mala que hay por el mundo, y le tiene que tocar a una de las mejores que ha habido en él', pero es inevitable pensarlo. Y permitido. O, al menos, pensar el porqué. Porqué a una de las familias de corazón más humilde y bueno que conoczo, porqué a ella. Suena a tópico decir que 'siempre se van los mejores', pero da igual a lo que suene. Se ha ido el mejor. El que 'nos ha dado una lección a todos', el que nos ha enseñado que la vida vale la pena hasta el último segundo de ella. El que ha luchado hasta el final contra esa maldita garrapata llamada cáncer, tan arraigada a la sociedad del siglo XXI. Ahora, dos días después de marcharte, seguimos creyendo que no lo has hecho. Y nunca lo harás. Porque siempre estarás aquí, con todos y cada uno de los que formamos, hace ya muchos años, una gran familia, tu familia. No vamos a olvidarte, Míguel. Nunca. Descansa, te queremos.